Pequeña historia (no oficial)
de Mag Rubisenc
En un tiempo muy lejano, cuando los cielos eran claros y las lluvias limpiaban los paisajes, un niño llegó al mundo tocado por la inmortalidad de los dioses. El pequeño Rubisenc era de piel morena, mirada vivaracha y sonrisa resplandeciente como un sol. Le encantaba la libertad; corretear por los valles, subir por las montañas... Era tan sensible que cuando observaba la naturaleza, guardaba en su interior la esencia de la belleza. Con el tiempo, Rubisenc se convirtió en el joven que todos deseaban ser; su espíritu conservaba la misma inocencia y el amor por la belleza que lo rodeaba.
Los años pasaron, Rubisenc se transformó en el hombre maduro al cual adoraban. La inocencia seguía intacta y el amor por la belleza llegó a ser su pasión. ¿Cómo podría guardarme toda esa belleza para compartirla? –reflexionaba. ¡Tengo que hallar la fórmula para capturar instantes?
Las décadas pasaron, Rubisenc no encontraba la manera de guardar la belleza. Su físico cambio. Sus cabellos nieve, su piel surcada, su mirada chiquita, aunque su esencia continuaba radiante. Aceptó con resignación y apenado que sus seres queridos desaparecieran al igual que los sucesores de sus sucesores...
Con el paso de los siglos, la humanidad evolucionó; la pintura, la arquitectura, la política, la escultura... escogieron diferentes maneras de representarse y expresarse. Con la llegada de la oscuridad de la Edad Media y la tenebrosa belleza del gótico, Rubisenc, construyó su pequeño laboratorio, comenzó a iluminar al mundo con su luz y lo lleno con la alquimia. Muchos fueron los que le copiaron, pero ninguno pudo superarlo en magia. Rubisenc, con su amplia sonrisa, seguía ofuscado en atesorar el encanto para poder compartirlo.
Los maestros del Renacimiento, con los inventos de Da Vinci, proporcionaron a Rubisenc alquimias chispeantes que llenaron el laboratorio de un enigmático perfume. Uno de esos días, preparando una substancia con poderes mágicos, hizo que tres hombres persiguieran aquella fragancia hasta llegar a su cabaña. Nunca se supo que alianza los unió. Finalmente, Rubisenc resultó ser el enviado de los Reyes Magos. ¡¡¡Y así fue como nació Mag Rubisenc!!!
El viejo mago, en los lugares y épocas por las que pasó, hizo felices a los niños. La mirada brillante e ilusionada de los pequeños motivaba la mejor de las magias.
Un día soleado del siglo XIX, una piedra de cuarzo, encontrada en las montañas, le dio la idea ¡qué maravilla! A través de la luz, se creaban diferentes gamas de colores. Se asomó a ella y vio un paisaje en otra dimensión. Mag Rubisenc pensó en poner varios grosores de vidrios y placas de cobre... ¡Eureka! Había encontrado la mejor forma de capturar la belleza de los instantes. Éstos, por fin, ya eran eternidades.
Mag Rubisenc pasó mil y una aventuras junto a los Reyes Magos. En el año 2018 seguía regalando ilusiones, sueños, sonrisas y felicidad. Pero ¡schsss! Lo que nadie sabe es qué Mag Rubisenc es un gran fotógrafo y que en su laboratorio de alquimia todavía atesora aquella vieja maquina de fotografía que nació de un cuarzo.
Dedicado a un amigo de Mag Rubisenc,
a Jordi García.
Pili Egea