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Poeta en Nueva York

de Rafael Amargo

Si Lorca tuviese ojos: 

 

Observaría un Poeta en Nueva York desgarrado, burbujeante en luz, de color miel, chispeante como el fuego de las hogueras. Y es que Poeta en Nueva York es un espectáculo donde se vivió todo un carrusel de danza y baile flamenco por parte de un cuerpo de bailaores excepcionales. De esos, que durante un tiempo transportan tu ser a elevarse y a sumergirse en los pasos del artista.

 

La sensibilidad hecha materia; en esos cuerpos arqueados, en unos versos invisibles, unas manos danzando en el aire como palomas, las faldas coloreadas y abiertas como paraguas aguardando la llovizna musical, esos taconeos entre cielo y tierra, hacen de Poeta en Nueva York un espectáculo magistralmente bello.

  

Si Lorca tuviese oídos:

 

Escucharía  la genialidad vocálica de Edith Salazar;  tiene el poder de inundar toda la sala. A esa voz le acompañan los instrumentos de sus dedos; dedos que rozan unas teclas. El piano, ese instrumento que encierra en su gran cajón, sueños, lágrimas, besos y  entusiasmos desordenados y esos dedos tienen el milagro de desenredarlos uno a uno. Las notas y las letras de su voz, vuelan formando un torbellino abrasador.

 

Si Lorca tuviese corazón para amar:

 

Especialmente amaría a ese bailaor de pies voladores, de bailes transgresores y pecho apasionado. Amaría al profesional que destila amoramargo y arte por los cuatro costado, ¡amaría a la persona por sus ganas voraces de beberse la vida a grandes sorbos! Lo amaría por elevar su obra a lo más alto, pero ante todo, amaría su libertad.

 

  

Y yo, añado:

 

 Es que Amargo tiene el don de hacer vibrar aquello que aun no está creado.

 


Pili Egea

 

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