“Un ser bello y formidable estaba comiendo hierba. El caballo lucía una crin que destellaba reflejos plateados. Casilda observaba al equino hipnotizada por su belleza. Al moverse, el animal desplegó unas alas inmensas, la brujita se frotó los ojos: ¡Un caballo con alas!”
El fragmento pertenece a un cuento que escribí dos años antes de empezar la terapia en la Fundación Federica Cerdá. Por aquel entonces, cuando creé a mi caballo alado, pensaba que estaba haciendo algo fantasioso pero al entrar en la fundación y conocer a Fuli, me di cuenta que estaba en un error. Fuli era igual que el caballo que nació de mi imaginación ¡se parecía en todo! Bueno, en todo no. El de la Fundación no tenía alas pero si que al montarlo tenía el don de hacerte volar: ¡te hacía volar la imaginación! ¡Oh! Con cada terapia te llevaba de paseo por las nubes. La terapia con caballos me ayudado a mejorar el equilibrio, la respiración, la flexibilidad y a coordinar mejor los movimientos de mi cuerpo, además de brindarme la oportunidad de conocer a excelentes personas.